por CLAUDIO MADAIRESclaudio.madaires@gmail.com
—Sí que volverán, dotor.
—Parecés saberlo todo, Estanislao. Sabés cuándo vinieron y sabés cuándo van a volver.
—¿Y cómo va a saberlo todo un gaucho bruto como yo, dotor? ¿Cómo, digamé, si no es por obra de los Ñaupas?
—Mirá vos, Estanislao. Mirá vos lo que uno viene a enterarse con tanta edad encima... Pero contame de nuevo, pero bien resumido,que voy a tomar nota. Contame todo eso de la Luna, de los dinosaurios...
—Güeno. Como usté mande, dotor... Hace una ponchada de años,los Ñaupas vieron que la Madre Tierra era güenaza para sembrar vida inteligente. A futuro, claro, porque cuando vinieron, la primera vez, el mundo era entuavía medio líquido, medio sólido... Y entonces llegaron y cortaron un pedazo del mundo para hacer la Luna y la pusieron a girar como un trompo derredor del mundo. Pa que nosotros, años y leguas delante, supiéramos que los Ñaupas habían venido. Y pusieron la Luna justo justo para que se hicieran eclipses. Demasiada casualidá, ¿no?, que justo la Luna es grande como el del Sol cuando hay eclipses... Y los Ñaupas volvieron, la segunda vez, cuando la Madre Tierra se enfrió y ya estaba gorda de plantas y animales. Y como vieron que había bichos gigantes que no nos dejarían nacer de pura maldá, los mataron a todos de una vez. Tiraron la primera roca grande que encontraron por ahí arriba, en el cielo noturno, contra el mundo. Y ansí nomás, los Ñaupas acabaron con los dinosaurios esos.
—¿Y entonces nos hicieron a nosotros?
—No entuavía. Ahí sembraron otros bichos, más chiquititos que los dinosaurios, pero más inteligentes, que, bien sabían ellos (el sabio sabe más por viejo que por sabio), nos harían a la larga a nosotros.
—¿Y cuando vuelven los Ñaupas, Estanislao? Mirá el calendario de la pared y decime el día y la hora.
—Vienen una noche de estas, dotor. La fecha justa no la sé. Pero falta poco y menos que poco. Y como vieron que nosotros les salimos egoístas y siempre listos pa robarnos y matarnos los unos a los otros, van a hacernos lo mesmo que le hicieron a los dinosaurios esos. Ni uno va a quedar. Ni el güeno ni el malo va a contar el cuento...
—Está bien, Estanislao. Suficiente por hoy, hombre. Mañana seguimos charlando de todas estas cosas.
Terminado su horario de trabajo en el manicomio, esperando el colectivo en las afueras de la población, mientras miraba la Luna y el negro y burbujeante cielo constelado, el doctor pensó:
«La Llena lo pone más loco, pobre diablo».
«Pobrecito dotor», pensaba Estanislao,dentro de su chaleco de fuerza, mirando también la Luna y el cielo negro infinito. «Inora que en un santiamén, lo mesmo va a estar él que yo, los dos igualitos a los dinosaurios.»
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© Claudio Madaires (CAGB)